La primera víctima mortal de ETA no fue Begoña Urroz

Hoy se celebra el Día de las víctimas del terrorismo en recuerdo a Begoña Urroz, niña asesinada por la explosión de una bomba en la estación de tren de Amara (San Sebastián) que el 27 de junio de 1960. José Antonio Pagola, basándose en el testimonio de una catequista vecina de la familia (El País, 31-I-2010), atribuyó a ETA la autoría del atentado, versión que recogió Ernest Lluch («El problema de mi querida tierra vasca», El Correo, 19-IX-2000), y fue la que el Congreso institucionalizó. No obstante, como ya advirtió el historiador Santiago de Pablo, todo parece indicar que se trató del DRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación), un efímero grupo hispanoluso antifranquista y antisalazarista fundado en 1959 y cuya acción más conocida fue el secuestro del buque portugués Santa María a principios de 1961.

A pesar de lo dicho, no hay duda de que Begoña Urroz Ibarrola fue una víctima del terrorismo, por lo que el 27 de junio parece una fecha tan buena como tantas otras para celebrar el Día de las víctimas. No obstante, merece la pena recordar cual fue la primera víctima mortal de ETA.
El 2 de junio de 1968 el Biltzar Ttipia de ETA tomó una decisión trascendental: asesinar a los jefes de la Brigada Político-Social de Bilbao y de San Sebastián. Este último era el comisario Melitón Manzanas, contra el que debía atentar Txabi Etxebarrieta. No lo pudo hacer. El 7 de junio de 1968 el automóvil robado en el que iban Txabi y su compañero Iñaki Sarasketa fue detenido en un control rutinario de tráfico por el guardia civil José Antonio Pardines. El agente comprobó que los números de la documentación y del bastidor del coche no coincidían. Sarasketa sugirió desarmarlo, ya que se encontraba solo. No obstante, Etxebarrieta, probablemente alterado por la toma de anfetaminas, disparó a Pardines por la espalda. Una vez en el suelo, lo remató de cuatro tiros. En la huida posterior, Txabi y Sarasketa fueron interceptados en Benta Haundi (Tolosa) por agentes de la Benemérita. Se inició un tiroteo en el que murió Etxebarrieta. Sarasketa fue detenido poco después. Juzgado y condenado a muerte, se le conmutó la pena máxima y permaneció en prisión hasta 1977.
Gracias a un testigo presencial, la prensa del Movimiento expuso el asesinato de Pardines sin alejarse demasiado a la realidad. El hacer público que el primer acto de la «lucha armada» de ETA se había reducido a un asesinato por la espalda suponía deslegitimar su «guerra revolucionaria». Con el fin de evitar el desprestigio, la organización difundió su particular versión de los acontecimientos en la que Txabi, en vez de como el asesino, aparecía como la víctima sacrificada por la Guardia Civil (cuerpo que interpretaba en el imaginario antifranquista el papel simbólico de antagonista o villano). De esta manera, Etxebarrieta aparecía a la altura del Ché Guevara: era un héroe que había sacrificado su vida por la patria, es decir, «el Primer Mártir de la Revolución». Se trataba de una clara muestra de la técnica de propaganda que Maurice A. J. Tugwell ha denominado «transferencia de culpabilidad». A su decir, la «transferencia de culpabilidad» es «una desviación de la atención pública, la cual se aparta de los actos comprometedores del que inició el conflicto para dirigirse hacia los del adversario, de manera que puedan ser olvidados o perdonados, mientras que los últimos desgasten la confianza y la legitimidad de la otra parte (…). Pero cuando la actuación de la propaganda llega a su máximo la transferencia de culpabilidad va más lejos: justifica el acto original transformándolo desde ser una responsabilidad psicológica hasta convertirse en un triunfo, mientras simultáneamente se despoja a las acciones del oponente de su contenido de rectitud moral y de utilidad práctica».

El relato del Gobierno y el de ETA, totalmente incompatibles, pugnaron por el espacio público, pero acabó imponiéndose el de la organización por cuatro razones. Por la desconfianza de la población hacia los medios de comunicación oficiales. Por la cobertura propagandística de ciertos sectores del clero, cada vez más identificados con ETA. Por la «lógica narrativa» del relato abertzale. Una vez más, los detalles que no encajaban con la «verdad narrativa» (el asesinato de Pardines) eran ignorados mecánicamente por los nacionalistas, mientras que la muerte trágica de Txabi a manos de la Guardia Civil se reinterpretaba como un nuevo episodio del «conflicto». En cuarto lugar, las últimas dudas sobre la culpabilidad última de la violencia se disiparon en cuanto la dictadura reaccionó con una dureza inusitada.

FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, Gaizka (2013): Héroes, heterodoxos y traidores. Historia de Euskadiko Ezkerra (1974-1994). Madrid: Tecnos. Prólogo de José Luis de la Granja.

PABLO, Santiago de et alii (2012): Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco. Madrid: Tecnos.

PAGOLA, José Antonio (1992): Una ética para la paz. Los obispos del País Vasco, 1968-1992. San Sebastián: Idatz.

TUGWELL, Maurice A. J. (1985): «Transferencia de culpabilidad», en RAPOPORT, David C. (ed.): La moral del terrorismo. Barcelona: Ariel. pp. 73-93.

PS: La Tribuna del País Vasco ha tenido la gentileza de reproducir este post.

 

6 comentarios

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6 Respuestas a “La primera víctima mortal de ETA no fue Begoña Urroz

  1. HM

    En realidad el veleta de Pagola (José Antonio) en 1992 se limitó a plantear muy de pasada la hipótesis de que Begoña Urroz pudiera haber sido víctima de ETA en 1960. La breve nota a pie de página del libro «Una ética para la paz» comienza más o menos así: «Parece ser que la primera víctima de ETA fue…». Los primeros en proclamar que la niña había sido víctima de ETA fueron Pagola (Javier) y Zuluaga del «ABC» en 1995 (y haciendo trampas, claro). El argumento de la cronología de atentados de los papeles del etarra Txelis (1992) , argumento que Lluch nunca usó, viene del «ABC» de 1995.

    Y digo lo que digo siempre: hay motivos razonablemente fundados para sospechar que el espionaje franquista pudo haber tenido arte y parte en la muerte de la niña de 1960. Pero eso no interesa que se investigue. Chitón.

    Covite en su Mapa del Terror ahora incluye a Begoña Urroz como víctima del DRIL…y un tal Ángel Zurita, bastante activo en la Red, les acusa de poco menos que traidores. Ver para creer. El sociólogo del PSOE Ignacio Sánchez-Cuenca le indica amablemente a Pilar Urbano que es imposible que Adolfo Suárez atribuyera en 1980 la muerte de Begoña Urroz a ETA, como afirma Pilar Urbano en su libraco sobre el 23-F, y la Urbano se mosquea y afirma que Suárez lo sabía porque desde 1974 era de la jefatura del Movimiento. Y es que lo de «Begoña Urroz, víctima de ETA» ya genera hasta falsos recuerdos…

    • Muchas gracias por esas pistas, porque algunas de ellas no las conocía. Hace tiempo escribí a COVITE para indicarles que en su «Mapa del terrori» se responsabilizaba a ETA del asesinato de la niña Begoña Urroz, cuando todo indicaba que había sido el DRIL. Supongo que no fui el único que se lo hice ver, porque, como me avisas, acabo de comprobar que ya lo han cambiado.

  2. Augur

    ¿Lo de que Etxebarrieta iba empastillado es algo contrastable o un comentario gratuito? Porque vaya tela…

    • Los historiadores no hacemos comentarios gratuitos. Nos basamos en fuentes. Aquí, concretamente, en las palabras de su compañero Sarasketa, según el cual, Txabi, «había tomado centraminas y quizá eso influyó». La fuente es una entrevista de hace unos años, que aparece enlazada en el propio post, pero que reitero, por si acaso: http://www.elmundo.es/larevista/num138/textos/eta1.html

      • Augur

        Por favor, señor Fernández… ¿centramina igual a anfetaminas? Ya sé que el principio activo es el mismo, pero lo primero se vende en farmacias (o se vendía, no sé ahora mismo si con ese nombre u otro) y lo segundo es una droga ilegal. Ponerlos en el mismo plano es como si llamáramos «cocaína» al refreso más famoso del mundo.

        Y luego, donde Sarasketa dice que «quizá influyó» usted entiende que «probablemente estaba alterado» por ello.

        Qué quiere que le diga, me sigue pareciendo un comentario «sospechoso». Retiro lo de «gratuito» si le he ofendido, admito que no son maneras de entrar a responder en un blog.

        Y gracias por su respuesta y por no rehuir el debate.

  3. «Centramina» no es más que el nombre comercial de la anfetamina. Es decir, son lo mismo. Que yo sepa, la coca-cola no incluye cocaína, por lo que la comparación que realiza carece de base. Además del «subidón» (euforia, energía extra), la anfetamina puede llegar a tener efectos secundarios que condicionan el comportamiento humano: ataques de ansiedad, paranoia o psicosis. Cuando el compañero de Txabi nos da ese dato y es el único que estaba junto a él en ese momento, es por algo: lo que no se puede hacer es ignorarlo. El historiador ha de reflejarlo, ya que formaba parte de las circunstancias personales de Txabi cuando apretó el gatillo asesinando a la primera víctima de ETA. Nos ayuda a comprender. Ahora bien, es imposible saber hasta qué punto influyó la droga en sus actos y, desde luego, que fuera más o menos drogado no le exime de responsabilidad a su crimen. Tampoco el asesinato de Pardines exime de responsabilidad a la dictadura en todo lo que hizo después, evidentemente.
    http://www.psicofarmacos.info/?contenido=varios&farma=centramina-bencedrina-simpatina-profamina

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